En su primer viaje a España el papa Juan Pablo II decía a los jóvenes que tenían que investigar en sus raíces para conseguir comprender los fundamentos de la "europeidad". El Cristianismo proporcionó a Europa valores tan fuertes, que le permitió, durante siglos, aventajar a todas las demás culturas obligándolas a europeizarse. Y es que Europa es patrimonio cultural y no tan sólo una estructura política o económica, como a veces nos sentimos tentados a creer. En poco más de tres siglos estos cuatro hombres: Benito, Gregorio, Isidoro y Bonifacio, pusieron las bases sólidas y suficientes para que sobre ellas pudiera levantarse, sin peligro, el edificio de la "europeidad". Sin ellos toda la cultura europea posterior se tornaría incomprensible. Luis Suárez Fernández, ha sido catedrático de las universidades de Valladolid y Autónoma de Madrid, de la que es actualmente profesor emérito. Ha colaborado en otras universidades, especialmente en la de Navarra. Especialista en la Baja Edad Media y particularmente en la época de los Trastámara y de los Reyes Católicos, gusta proclamarse lo contrario de un experto en determinado tiempo, pues su atención se ha dirigido a otras muchas épocas y de modo especial a la Teoría de la Historia. "De san Benito acostumbra a decirse que su obra fue más grande que la de los constructores de imperios. A él se le atribuye el impulso definitivo en la constitución de Europa, de la que fue el gran educador. Precisamente a él se ha referido el nuevo Papa Benedicto XVI para explicar la elección de su nombre. Junto a él, al repasar la historia, aparecen otros santos como el Papa Gregorio, el obispo hispano Isidoro, o el gran evangelizador que fue Bonifacio. Luis Suárez con la erudición y capacidad de síntesis que ya ha mostrado en otras obras recientes, reivindica la obra de estos cuatro grandes santos para entender la herencia de Europa. Sin su labor no se puede entender la realidad de nuestro continente. Enraizados los cuatros en la rica tradición de Roma, pero con la savia nueva de la fe cristiana, emprendieron un trabajo que hizo de Europa principalmente una unidad cultural sostenida por la fe católica. No basta decir cristiana porque nuestro continente estuvo a punto de ser todo él arriano por influencia de los bárbaros. Pero la conversión de reyes como Recaredo, o la gran obra en los países nórdicos de Bonifacio, inclinó la balanza hacia lo que se conoció como “Cristiandad”. Suárez, en un libro que está dirigido a un público amplio, porque ha sacrificado el aparato científico en aras a la divulgación, muestra como ya en el siglo IX (la coronación de Carlomagno es en la Navidad del 800), existe una Europa unida. Existen distintas formas políticas, pero ya hay constituidas las que siglos más tarde, en el Concilio de Constanza; se definirán como las cinco naciones de la cristiandad: España, Italia, Alemania, Francia e Inglaterra. Sin la colaboración, muchas veces a través de la conversión de los jefes de los pueblos, del poder secular, no se entendería aquel proceso. Aunque, señala el autor, los dos poderes quedaron bien distinguidos al servicio de una misma comunidad. En torno a estas cuatro figuras singulares de la historia de Europa, teje Luis Suárez este libro en el que se nos habla de la importancia del monacato en los primeros tiempos, de la reforma del Clero y del papel de otros personajes como Juan Casiano, antecesor de Benito, san Beda en Inglaterra o la labor de Cirilo y Metodio en la evangelización de los pueblos eslavos que, finalmente, excepto una pequeña parte, quedaron bajo la influencia de la Iglesia Ortodoxa. La ventaja de este libro es la facilidad con que Suárez recorre los siglos y la geografía. Su arte para resaltar lo nuclear, sólo posible desde una visión más amplia de toda la historia, dispone al lector para entender, por encima de particularismos, la esencia de ese mundo común que es Europa. Como el autor nos recuerda y señala, no se trata de una mera unidad geográfica o económica, sino de una realidad imposible si no estuviera vitalizada por un mismo principio: la fe cristiana. Muy aconsejable para conocer las raíces cristianas de Europa que ahora muchos pretenden ignorar cuando no negar. La herencia recibida, además, es poderoso acicate para seguir construyendo". David Amado.