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Autobiografía.
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Autor G.K. Chesterton.
Editorial Acantilado.
Materia Biografías y Memorias.
Submateria Memorias.
ISBN 84-96136-25-6
Páginas 0
Año 2003
Precio 21 €
Disponibilidad Disponible
Reseña

"Este fabuloso inglés, amigo de la juerga, la buena mesa y la discusión, uno de los mejores apologetas de que ha gozado la Iglesia en los dos últimos siglos, califica su libro con las siguientes divertidas palabras: "Lo siento si el panorama y la gente resultan decepcionantes de puro respetables y hasta razonables, y deficientes en todos estos aspectos que hacen que una biografía sea realmente popular. Lamento no tener un padre siniestro y brutal que ofrecer a la mirada pública como la verdadera causa de mis trágicas inclinaciones; ni una madre pálida y aficionada al veneno, cuyos instintos suicidas me hayan abocado a las trampas del temperamento artístico. Lamento que no hubiera nadie en mi familia más audaz que un tío lejano ligeramente indigente y siento no poder cumplir con mi deber de hombre verdaderamente moderno y culpar a los demás de haberme hecho como soy. No tengo muy claro cómo soy, pero estoy seguro de que soy responsable en gran medida del resultado final" (pág. 31). He aquí el estilo de Chesterton: una divertida advertencia que constituye toda una acusación contra los hombres que él llama modernos y que los Papas de entonces calificaron de modernistas. El autor publicó Autobiografía en 1936, el último año de su vida. Se trata, por tanto, de un libro de madurez en el que Chesterton vuelve la vista atrás y expone su vida entera. En él nos habla de todo: de su familia, de su infancia, de sus polémicas políticas, de su conversión al catolicismo, del modelo del que nace el personaje del Padre Brown... Cada etapa biográfica le sirve a Chesterton para arremeter contra alguno de los budas modernos. Por ejemplo, al describir a sus padres, trata de la época victoriana y de sus virtudes y sus hipocresías; y cuando le toca el turno a su infancia, critica las teorías pedagógicas que degradan a los niños y a los adultos en personajes sosos y moralistas. También critica el poder de la plutocracia, la concentración de los medios de comunicación en manos de tres o cuatro empresarios y el nacimiento del Estado servil, concepto descrito por su amigo el historiador Hillaire Belloc. Casi setenta años después, no podemos sostener que nuestros tiempos han mejorado respecto a aquellos en los que vivió y escribió Chesterton. Por desgracia, carecemos de alguien como él, pero tampoco perdamos la esperanza. Si en el siglo XIX nació un tal Gilbert Keith Chesterton en una familia anglicana dedicada a la correduría de fincas, pensemos en quién puede estar ya entre nosotros, afilando su ingenio. Pedro Fernández. " El semanal digital"./////// Chesterton fue uno de los más extraordinarios personajes que han surgido entre los católicos de habla inglesa en este siglo. Y sin lugar a dudas, uno de los menos convencionales. Polemista impetuoso e incansable, ensayista, periodista, poeta, dramaturgo, autor galardonado y propagandista, pasaba del artículo fugas y humorístico, al ensayo grave y erudito. De su pluma salieron miles de artículos y más de noventa libros. Su memoria para retener los datos que leía se torno legendaria. Un amigo relataba que podía absorber los libros "como una aspiradora". "Soy sobre todo un periodista" escribió en su autobiografía. A este "periodista" se deben otras obras de extraordinaria prosa como "Ortodoxia"; "Heréticos"; "El hombre sempiterno"; "Magia"; "El juicio del doctor Johnson"; "La pequeña historia de Inglaterra"; "El hombre que fue jueves"; la serie de aventuras y de misterios en la que el principal protagonista es un sacerdote católico, el padre Brown; "El Napoleón de Nottin-hill" que se adelanta a las denuncias de Aldous huxley y George Orwell sobre una sociedad dominada por un "superestado". Quizás fue el Papa Pío XI quien mejor lo catalogó; llamándolo "defensor de la fe" el primer inglés es recibir tal título desde los oscuros días de la reforma. Sus relatos expresan sus ideales, sus posturas políticas. "Nunca he tomado en serio mis libros; pero tomo muy enserio mis opiniones", sentenció en una oportunidad. G.K. Chesterton fue desde muy joven un hombre público. Su pluma impetuosa, su gusto por la polémica y su incomparable figura -pesaba ciento veinte kilos y medía 1.83 metros de altura- lo convirtieron en uno de los personajes más popular de la Inglaterra. . Fue justamente en una polémica donde conoció a otro personaje católico que sería decisivo en su vida: Hillaire Belloc. Este ya era famoso orador en Oxford. Después de escucharlo polemizar, ambos se retiraron a un pequeño y oscuro café en el Soho donde se inició su amistad. Más tarde publicarían juntos un periódico semanal de denuncias llamado "Eye Watch", el que a juicio de Chsterton revolucionó el periodismo Inglés. Belloc y Chesterton formaron una pareja de adalides en una serie de causas que iban desde la oposición sincera a las guerras de los Ingleses contra los boers sudafricanos, una diversidad de asuntos de tipo social y, cuando este último se convirtió al catolicismo, la propagación de la fe en un ámbito agnóstico y naturalista. Formaron un conjunto tan compacto en la comunión de las ideas, que el mordaz Shaw los bautizó irónicamente "Chesterbelloc". Su juventud está marcada por un recorrido de los "ismos", sin mayor convicción y casi a la deriva. Se acerca al socialismo, al radicalismo, al liberalismo. Su inconformismo fue proverbial, "odiando lo que a la mayoría de gente le gusta" por convencionalismos vacíos. Muy joven se inició como periodista en el "Daily News", carrera que le dará renombre. Descreído como la mayoría de los jóvenes de su generación, trata amistad con el clérigo de la "High Church" llamado Conrad Noel. "Había - relata G.K. - ciertamente dos tendencias en lo que se llamaba emancipación de la fe de credos y dogmas del pasado". Este personaje, poeta y aristócrata ex céntrico, se consideraba "socialista cristiano" y participaba en un grupo llamado "Chritian Social Union", y apareció cuando Chesterton "no tenía religión". Noel despierta en el periodista una preocupación por lo religioso y social que nunca lo abandonará. Desde aquella plataforma anglicana se dirige a los obreros de Nottingham tratando de lo que consideraba el deber cristiano hacia el problema moderno de la pobreza industrial. Es una etapa de búsqueda para Chesterton. Estas indagaciones lo conducen al deísmo, a las sociedades teosóficas y éticas. Llega a la conclusión de que no existían las religiones nuevas. Solamente "Israel desparramado por los montes como borregos que han perdido a su pastor, y vi un buen número de borregos salir corriendo, balando, vehementemente hacia cualquier vecindad donde creyeran encontrar un pastor". El proyecto religioso iba tomando forma en Chesterton Empezó a profundizar en la teología cristiana general, que muchos odiaban y pocos estudiaban. Descubre que las teorías negativas y naturalista que estaban de moda en esos días, no encajaban en la experiencia. Publica en esta época "Heréticos", que reunía algunos estudios sobre escritores contemporáneos suyos como Kipling, Shaw y Wells explicando como cada uno de ellos "pecaba por error último o religioso". Menudearon las polémicas y Chesterton escribió una bien meditada explicación sobre la creencia de que la doctrina cristiana, resumida en el credo de los Apóstoles "podía ser una crítica mejor de la vida que ninguno de los que había criticado yo. Se llamó "Ortodoxia". En la sociedad moderna, reflexionaba G.K., sumidero de herejías inconsistentes, la única herejía imperdonable era la ortodoxia. "Una defensa seria de la ortodoxia era mucho más sorprendente para el crítico inglés que un ataque serio contra la ortodoxia para un censor ruso". El paso siguiente no fue sorprendente. En 1922 G.K. Chesterton se convirtió en catolicismo, asociando su nombre a otros grandes conversos ingleses como Graham Greene y Christopher Dawson. Su retorno al seno de la Iglesia comenzó muchos años antes, cuando su entusiasmo batallador lo llevó a combatir una serie de doctrinas que él consideraba repugnantes: el materialismo, la teosofía, los espiritistas, el capitalismo plutócrata, el socialismo, el escepticismo y todo aquello manifestaba la "disgregación espiritual y moral de nuestro mundo". Como ensayista y pensador fue comprendido que las verdades universales y perdurables que él buscaba se encontraban en el catolicismo. Luego G.K. confesará, un tanto divertido, como se dio a alocadas búsquedas en clubes anarquistas o babilónicas lo que pudo haber encontrado en el catecismo o en la parroquia más próxima. Cuando la gente le preguntaba por qué había ingresado a la Iglesia Católica él respondía: "Para desembarazarme de mis pecados. Pues no existe ningún otro sistema religioso que haga, realmente desaparecer los pecados de las personas". El perdón fascinaba a este corazón generoso. "Que yo sepa solamente tengo una virtud", explicó en cierta oportunidad: "Yo podría realmente perdonar hasta setenta veces siete". ".Aciprensa. Vidas Ejemplares. Chesterton.

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