¿Cuál es el secreto de Joseph Ratzinger, hoy Benedicto XVI? Después de la lectura del esta magnífica biografía del periodista alemán Peter Seewald, autor de los libros entrevistas con el Papa, “La sal de la tierra” y “Dios y el mundo”, podemos aventurar algunas hipótesis: Joseph Ratzinger tiene un sexto sentido para la verdad, para saber si alguien dice la verdad y para dar a conocer la verdad. Conoce y vive, vive y conoce lo que san Benito dejara como legado a sus monjes: “Por la exaltación se baja y por la humildad se sube”. No en vano, cuando apareció en la logia de la basílica de san Pedro, momentos después de ser elegido suceso de Pedro, se definió a sí mismo como “un humilde trabajador de la viña del Señor”. Cada una de las páginas de este libro es una sorpresa, como sorpresa y novedad es siempre el encuentro con la vida de otra persona. No sólo por la significativa aportación de algunos detalles más o menos curiosos –sirva de ejemplo el dato de que su relación con su director espiritual, el benedictino Frumentius Renner, del monasterio bávaro de St. Ottilien am Ammersee-, sino por el respeto con que se siempre dibuja los perfiles y los contornos del alma humana y espiritual de Joseph Ratzinger. Una radiografía que, acompasada por la autobiografía, trasciende la epidermis de los acontecimientos para invitarnos a un diálogo siempre fecundo con el pensamiento de la persona biografiada. Este pensamiento se desgrana con las aportaciones de la constelación de personas que conocen, en el campo pequeño de juego de la vida, al que fuera cardenal prefecto de la Congregación para la Doctrina de la fe.
De los múltiples testimonios, habría que destacar el del teólogo de Munich, Eugen Biser, quien señalara mucho antes de que el cardenal bávaro fuera elegido Papa: “Quedará el recuerdo de una persona que ha sacrificado a su cargo gran parte de su sentimiento de su vida y de su felicidad. Que ha sabido impedir situaciones perniciosas, más de lo que ha salido al dominio público. Quedará el recuerdo de un teólogo que ha sido capaz de hacer algo que nadie esperaba ya: el redescubrimiento de la Iglesia. Que ya antes ha sabido sentar las bases para el futuro, a fin de superara la crisis de la Iglesia”.
El Papa Ratzinger es una persona muy popular. Lo era en su época como profesor, lo fue en la de Prefecto y, en otro sentido, lo es en su actual ejercicio de la misión de conducir la barca de Pedro. Recuerda el periodista Peter Seewald que “después de la conferencia que el teólogo Schillebbeckx pronunciara sobre el nuevo camino de la Iglesia, al día siguiente se celebró una mesa redonda en la que participaron los profesores Küng, Seckler, Ratzinger y Neumann. En la apasionada discusión, Ratzinger no abrió al boca. De repente comenzaron los asistentes, al unísono, a gritar: “¡Qué hable Ratzinger! ¡Que hable Ratzinger!”.
Hablar de Joseph Ratzinger es hablar de la Iglesia. En 1970, en un artículo sobre la “Iglesia en el año 2000”, escribía el hoy Papa: “El futuro de la Iglesia sólo puede venir y sólo vendrá de la fuerza de aquellos que tienen raíces profundas y que viven de la plenitud pura de su fe. No vendrá de aquellos que sólo hacen recetas. No vendrá de aquellos que solo eligen el camino más cómodo. De los que esquivan la pasión de la fe y declaran falso y superado todo aquello que exige esfuerzo del hombre, que le cuesta superarse y que exige que se dé a sí mismo. Digámoslo de modo positivo: el futuro de la Iglesia estará marcado, también esta vez, como siempre, por lo santos. Por personas, pues, que captan más que solos frases huecas están de moda”. He aquí al hombre. **
José Fco. Serrano Carvajal. Reseña extraída de la Revista digital Análisis Digital.
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