Al acabar de leer " Anécdotas de un legionario" no hay más remedio que pensar que la realidad puede rebasar la ficción más fecunda. La imaginación desbordante del novelista o del guionista cinematográfico no superan la catarata de hechos reales por los que atraviesa nuestro protagonista.
Si leyéramos el libro pensando que es una obra narrativa, o la viésemos, filmada, en una sala de cine, al finalizar su lectura, o su visión, sentenciaríamos, "esto sólo ocurre en las novelas y en las películas".
Julián, su autor, nació en el seno de una familia muy humilde y trabajadora de emigrantes andaluces que marchó a Cataluña.
A mediados de los setenta de nuestro siglo pasado, un niño todavía, comienza a trabajar para ayudar a los suyos. Su adolescencia comienza recibiendo un tremendo zarpazo, la muerte de su querido padre.
Pasados apenas dos años de este luctuoso hecho, tendrá que pasar el trago más amargo de su vida,la muerte de su todavía, joven madre.
A Julián se le cae el mundo encima, toreando soledad y desesperanza con alcohol, entra en casa y pasa su primera noche, "solo", en el sentido más hondo del termino.
En este cuadro de desamparo, con la peor suerte de toparse con las amistades menos convenientes del entorno, se matricula en la escuela de la delincuencia y comienza sus primeros pasos apropiándose de radiocasetes de coches que, "honrados ciudadanos", tras paciente lista de espera, ansiosamente le compran. Luego comienzan los hurtos de automóviles -el placer de conducir lo que no se posee sumado al hurto de objetos- para venderlos, siempre, a "intachables" miembros de nuestra sociedad"... sigue así, una estela de delitos contra lo ajeno del mismo jaez.
Con conocimiento profundo e innato -hoy diríamos genético-, de la mecánica automovilística, hace lo que quiere con ellos, se convierte en un auténtico especialista a la hora de sustraer y arrancar un coche; su endiablada habilidad le hace ser el número uno y granjearse la admiración de "colegas" e incluso de la policía.
Estamos en los años de la transición, Julián pertenece a esa nueva delincuencia juvenil y urbana, propia de ese tiempo, con unas características singulares y exclusivas, casi siempre ligada al consumo de drogas; el paradigma de la misma será el famoso y jaleado "Vaquilla" que terminará sus días trágicamente; al igual que muchísimos jóvenes que dejarán la vida tirada en cualquier inmundo rincón, acompañados, sólo, de la inseparable jeringuilla de heroína.
Jovencísimo, comienza a manejar dinero fácil y al calor de él acudirá "su chica". Ésta, como en el mejor cine negro, enredadora y codiciosa, ni siquiera le es fiel. Enterado, la obliga a dejarlo, despechada ella, con el rencor por las nubes y la codicia humillada, acude a la primera comisaría que encuentra para traicionar "a su amor" y al resto de la pandilla.
Julián se topará de sopetón con calabozos y malos modos, y los conocerá en profundidad...pues se empeña en no hablar; y menos, en delatar a sus amigos, algo sagrado en su código de conducta. De nada servirá su sacrificio.
Comienza en la "Modelo" su periodo carcelario. En ella, debido a la fama que posee como máximo especialista en robos de coches, conoce al director de cine José Antonio de la Loma, éste le promete que le ayudará en lo que pueda y a cambio,nuestro Julián, participa en el rodaje de las películas que tuvieron como protagonista a " El Vaquilla". Tras dos años en prisión, consagrado, ya, como virtuoso del tatuaje con tinta "taleguera", sale a la calle.
Harto de su pasado, decide cambiar de vida y trabajar en algo honrado; no le dejan, uno de los policías que le detuvo y que desde entonces comenzó a vivir con su chica, "la traidora", se empeña por celos, en hacerle la vida imposible. En uno de aquellos amenazantes encuentros que soporta, pensando en que puede ser asesinado, se defiende y le golpea contundentemente lesionándolo seriamente.
Buscado intensamente por la policía, acude a José Antonio de la Loma, que le aconseja alistarse a la Legión e irse muy lejos.Otro policía que le aprecia y conoce el caso, también le urge en el mismo sentido.
Con celeridad, en el banderín de Barcelona se engancha, y toma el primer tren que sale con destino...a la Legión.
Y a toque de corneta, "amaneció" una nueva oportunidad para él en el García Aldave de Ceuta.
La gubia legionaria comenzó a trabajar de manera invisible pero eficacísima, para convertirlo lentamente, con esfuerzo, con sacrificio en un nuevo hombre.
El cincel del Tercio empezó a esculpir en su alma, dignidad, hombría de bien, sentido del deber, compañerismo y afecto. Por primera vez no se sintió solo, comenzó a formar parte de la gran familia legionaria.
La Legión lo devolverá sano y salvo a la sociedad, como ha ocurrido en innumerables ocasiones con muchos hombres que se encontraban en la umbría de la convivencia, inmersos en el lado oscuro de la sociedad...¡ Qué pena que nunca haya sido valorada esa labor regeneradora del Tercio, en estos tiempos en que se nos llena la boca de palabras como "reinserción" que en la práctica no dicen nada!.
En ese periodo de metamorfosis, seguirán los "cigarrillos de la risa", el alcohol en grado superlativo -aquello no es un convento de Ursulinas-, pero al día siguiente no se encontrará con la nada, tendrá siempre un trabajo que realizar obediente y disciplinadamente, que le hará sudar y deshacerse de todo lo malo que su alma y su cuerpo consumieron la noche anterior; y sobre todo con una causa que servir, con un ideal enumerado en el "Credo Legionario", con unas ilusiones que poco a poco brotan en su corazón, en definitiva, con su querida Legión que le acogió desde el principio dándole dignidad y familia.
Julián fue y es conocido por su apodo legionario "el porras" ya que en los actos y paradas militares, era el "Tambor Mayor" o Porras y desfilaba por delante de la formación con esa especie de palo que termina en una bola y adornado con cintas -especialmente diseñado por Millán Astray, y con el cual se hacen malabares, lanzándose hacía el cielo para después recuperarlo sin que caiga al suelo.
Y fue de los grandes, el mejor. Como en todo lo que le gustaba y divertía, su habilidad era pasmosa y conseguía lo imposible. Todavía son recordados sus temerarios lanzamientos hacia arriba, que dejaban sin respirar a desfilantes y público.
Recuerda con gran nostalgia sus actuaciones como " El porras", en la Semana Santa de Málaga, tanto en la ciudad, en la procesión del Cristo de la Buena Muerte, como en los queridos pueblos legionarios del Valle del Guadalhorce, Antequera...rodeado de la admiración entusiasta de la muchedumbre. Y de La atracción que causaba en muchas mujeres, triunfando a lo grande en alguna fiesta del "famoseo y artisteo" de alto copete de la época, a la que eran, especialmente,invitados. Y es que como dice la canción, "a la Legión le gustan las mujeres y a las mujeres les gusta la Legión".
La apoteosis como " Tambor Mayor", ocurrió en el desfile de las Fuerzas Armadas celebrado en Barcelona en el año 1981, "El Porras" fue un portento a lo largo del recorrido, las cámaras de TVE y el objetivo de los fotógrafos estuvieran pendientes de él; en la tribuna de autoridades militares, pasándose la porra por el cuello, al caer por el brazo la golpeó y salió con furia hacia arriba, y cogiéndola en el aire les saludo mirando al cielo. Luego en la tribuna donde se encontraba Su Majestad, al llegar a su altura y ver que el rey le miraba atentamente, lanzó la porra a la estratosfera, se llevó la mano al gorrillo, lo saludó, se giró, volvió de nuevo a girarse rápidamente y cogió la porra sin que tocara el suelo.
El estruendoso aplauso acompañado de un ¡Viva la Legión! se escuchó hasta en Ceuta, y los mandos legionarios, acongojados mientras la porra volaba pudieron respirar tranquilos reponiéndose de las taquicardias que había producido Julián en aquellos espíritus aguerridos y templados. Fue portada en toda la prensa y Telediarios de aquellas fechas. Nadie, nunca, había hecho eso
Nuestro querido "porras" ha escrito un libro sin ínfulas ni pretensiones, pero amenísimo , chispeante e interesantísimo, con un estilo directo y sencillo que llega y cautiva al momento. Un magnífico fruto. Sin ninguna formación académica, lo ha escrito como sabe, con el corazón, sus errores ortográficos los ha corregido pacientemente su mujer, y en todo momento ha contado con la colaboración desinteresada de J.Mª Villalobos "Dizzy" y J.Mª García, "Asenjo", principalmente.
Señalar, finalmente, el cariñoso prólogo al libro escrito por el General de Infantería,D. Tarsicio Roel Gerbolés.
En la actualidad sigue la estela legionaria -grabada a fuego- formando parte activa de la Hermandad de Antiguos Caballeros Legionarios de Barcelona. Su amor por la Legión, su "segunda madre" que le redimió, es pleno, perenne, eterno...
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