«Mientras que los occidentales convertidos al Islam son muy conocidos, los musulmanes atraídos por el cristianismo son perseguidos y arriesgan su propia vida»
Giorgio Paolucci, periodista italiano junto a su colega libanés Camille Eid han escrito un libro titulado «I cristiani venuti dall’Islam», y traducido como «Los cristianos venidos del Islam». El libro recoge los testimonios de musulmanes residentes en occidente que incluso arriesgando la propia vida, tras haber sido atraídos por la fascinación del cristianismo, se han convertido y han recibido el bautismo.
El libro quiere sacar a la luz un iceberg: mientras los occidentales que se convierten al Islam son muy conocidos, van a la televisión, son invitados por los programas más vistos, son presidentes de las asociaciones islámicas más famosas y no tienen problemas de visibilidad, ellos se han puesto a buscar a las personas que, por la naturaleza misma de su experiencia, tienen problemas para dar a conocer lo que han vivido, aunque estén muy contentos de lo que ha sucedido.
Se trata de musulmanes convertidos al cristianismo que, por esta decisión libre suya, se van a encontrar con discriminaciones y amenazas, en algunos países islámicos pierden los derechos civiles y corren el riesgo de la pena de muerte, son rechazados por los mismos familiares y amigos porque son acusados de apostasía.
El libro es fruto de una investigación delicada y peligrosa...
El primer problema fue encontrar a los convertidos del Islam al Cristianismo. Todos han oído hablar de Abdul Rahman, el afgano de 41 años que estuvo amenazado con la pena de muerte en marzo de este año, acusado de apostasía y que ahora vive en Italia, salvado gracias a una increíble movilización internacional. Cuando se produjo su caso, durante 15 días, todos los periódicos de Italia y de Europa y del mundo hablaron del problema de la apostasía y de la condena a muerte que el Islam prevé para quien se convierte a otra religión. La tarea ha consistido en conocer las historias y los rostros de estas personas, haciendo comprender que la cuestión no sólo afecta a países lejanos como Afganistán sino también a Europa.
Uno de los frutos de la inmigración es que el Islam está entre nosotros. Estando entre nosotros, está en toda su complejidad, incluida la cuestión de la libertad religiosa, cuestión que los países islámicos y las relativas comunidades esparcidas por el mundo no han aclarado todavía. Se ha pretendido profundizar en las implicaciones teológicas, jurídicas y de la apostasía y de las relativas condenas, pero que lo hiciera a través de los itinerarios humanos, tratando de comprender cómo puede suceder que haya personas que amen tanto a Jesús como para arriesgarse a sufrir persecuciones y la pena de muerte. Ha costado mucho tiempo encontrarlas, porque es muy difícil convencer a las personas para que hablen, organizar los relatos de modo que permanezca la esencia, cambiando las connotaciones por razones de seguridad... Al final, se recogen treinta historias, algunas contadas personalmente, otras recogidas por teléfono o Internet, otras recuperadas de algunos raros artículos de la prensa italiana.
- En la introducción al libro, el jesuita egipcio Samir Khalil Samir, profesor de Historia de la Cultura Árabe e Islamología en la Universidad Saint-Joseph de Beirut, afronta el problema de la apostasía.
Según Khalil Samir, del estudio del Corán no se desprende que haya una pena de muerte para los apóstatas. Hay 14 suras en las que se habla de los castigos del apóstata, pero sólo en una de éstas se hace referencia al tipo de castigo y dice que «el apóstata será castigado con un castigo en este mundo y en el otro mundo». Samir subraya por tanto que el hecho de que los apóstatas sean condenados a muerte según el código penal de Arabia Saudita, Irán, Sudán, Yemen, Mauritania y Afganistán, no deriva de una prescripción coránica. Si esto es verdad, los integristas islámicos que dicen que hay que matar a los apóstatas, no hablan en nombre del Corán. Este hecho es importante no sólo para los musulmanes que se convierten al cristianismo sino por el hecho de que la apostasía se ha convertido en los últimos treinta años en el instrumento principal para eliminar a los adversarios políticos.
En cuanto al número de conversos, no hay datos precisos. Por lo que se refiere a nuestra investigación podemos dar testimonio de algunos centenares de convertidos, provenientes de países del norte de África, de Oriente Medio y de Asia. Algunos han sido bautizados en Italia, otros bautizados en su país y luego vinieron a vivir a Italia. Algunas de las personas que hemos conocido no encontraban una respuesta satisfactoria en el Corán y en la educación islámica que habían recibido, y al mismo tiempo encontraron testimonios atrayentes de cristianos que han sido el inicio de una respuesta diversa de la coránica musulmana.
El libro lanza tres desafíos: desafía al Islam para que reconozca la libertad religiosa, desafía a las autoridades civiles para que garanticen esta libertad y nos desafía a nosotros, cristianos «tibios».
Como está escrito en el artículo 18 de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre, aprobada en 1948, el derecho a la libertad religiosa es fundamento de toda sociedad civil. Es legítimo que las comunidades musulmanas presentes en nuestro país pidan la tutela de sus derechos religiosos, pero justo por esto deben reconocer el mismo derecho también a quienes libremente desean convertirse a otra religión.
Desde este punto de vista, las autoridades civiles italianas deben garantizar el derecho y la práctica de la libertad religiosa. No es admisible que un convertido del Islam tenga que vivir clandestinamente, ir a una iglesia que está a 30 kilómetros de su casa porque tiene miedo a que la comunidad musulmana lo castigue.
En tercer la Iglesia tiene un desafío, porque estos convertidos son parte de la nueva primavera del cristianismo, en un país en el que el catolicismo se ha convertido a menudo en un adorno. Durante la investigación, los autores quedan impresionados por la frescura y el coraje de estos convertidos del Islam, ellos nos decían: «No os dais cuenta del tesoro tan grande que tenéis... Jesucristo ha revolucionado nuestra vida».
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