En el invierno de 1952, cuando se encontraba en Oxford, Julio Caro Baroja recibió la propuesta de realizar un trabajo de campo etnográ?co en lo que entonces se llamaba el Sahara Español. Partió en noviembre de ese año y permaneció en el territorio de Saguia El Hamra y Río de Oro hasta febrero de 1953. Fueron meses de frenética observación, en los que reunió valiosas informaciones en sus entrevistas con personalidades y eruditos del territorio, hilvanó genealogías y linajes, detalló la composición de las tribus y familias, precisó la terminología geográ?ca, trazó mapas y esquemas e intentó comprender más problemas que pueblos, en la senda de Evans-Prichard. El resultado fue este libro, publicado en 1955, que sigue siendo una excepcional monografía sobre la cultura tradicional del Sahara Occidental, donde los propios saharauis han encontrado noticia inestimable de los usos y costumbres extinguidos o a punto de desaparecer de una sociedad que aspira a constituirse como una entidad nacional.
Caro otorga a la tradición oral y a la memoria colectiva la categoría de fuente histórica. Aunque rehuye la generalización y nunca sobrepasa los límites de la interpretación histórica, el libro está lleno de intuiciones sobre el papel del linaje y de la solidaridad agnaticia en el orden social, la vida económica de las tribus, la construcción de la historia en las sociedades orales y el derecho de los nómadas regido por la costumbre. Quizás el capítulo más sugestivo es la fascinante biografía del Cheij Ma el Ainin en el que analiza la función de los santones y la importancia determinante del mesianismo entre los nómadas; relata la epopeya de los sultanes azules y nos abre las puertas de Smara, la ciudad que lograron levantar en el desierto
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