"Padre Llorente, usted, ¿qué hizo cuarenta años en Alaska?". Y como se lo dije en el tono de "para qué perdió usted tanto tiempo allí", me contestó: "Estuve cuarenta años enseñando a los eskimales... a hacer la señal de la cruz. Y con eso me doy por contento"».
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Se identificó de tal manera con los eskimales que, cuando el Estado de Alaska creció y se hizo libre, vinieron las primeras elecciones; y salió Segundo Llorente representante de Alaska, porque los eskimales lo habían elegido. Mi hermano mandó enseguida una carta diciendo que renunciaba, que no sería apropiado. Le contestaron que no renunciara, pues era la primera vez que votaban los eskimales y era darles un mal ejemplo no aceptar; que no lo mirara como un honor, sino como una manera de servir.Cuando Alaska se hizo rica por el petróleo, no sabían qué hacer con los blancos que habían estado allí tantos años, a los que, al fin y al cabo, se les debía que aquello llegase a ser lo que era. Entonces hicieron el «Club de los fundadores de Alaska». La condición era ser blanco -que hubiera venido de fuera a trabajar en Alaska- con treinta años de servicio en Alaska, y que hubiera hecho alguna cosa importante. Elegido presidente por unanimidad: ¡el misionero Segundo Llorente!
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“Su alma está en el cielo. Su cuerpo lo llevaron a un lugar precioso: no lejos de allí hay un cementerio en una reserva india dirigida por jesuitas. En ese cementerio no se pueden enterrar más que indios y sacerdotes que hayan estado por lo menos veinte años al servicio de los indios. Como él había estado cuarenta años, le pertenecía el honor de ser enterrado en ese cementerio, a unas setenta millas de Spokane, en una loma frente a las Montañas Rocosas. Lo enterraron bajo una lápida que dice, para todos los jesuitas que están enterrados allí, unos diez o doce: «En vida y en muerte con aquellos que amamos».
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Segundo Llorente nació en la provincia de León, ingresando muy pronto en su Seminario. Pronto se sintió llamado por la Compañía de Jesús y por fin en 1923, con 17 años, comenzó su noviciado en el Seminario Jesuita de Carrión de los Condes.
Durante los años de noviciado, su vocación de misión se solidifica y determina. Joven y apasionado, se le mete en la cabeza Alaska, según él mismo, por ser considerada la más difícil, dura y recóndita de las misiones.
Segundo tendrá que esperar. Mientras estudia Humanidades en Salamanca (1926) y Filosofía en Granada (1927), ocurren largas conversaciones y discusiones entre Segundo y sus superiores (uno de los votos religiosos es la obediencia), hasta que finalmente en 1930, con 24 años, recibe permiso para ir a Alaska, debido a su determinación e insistencia.
Ese mismo año llega a la Universidad jesuita "Gonzaga" en Spokane, Washington, para aprender inglés. Y posteriormente enseña en el Gonzaga High School, en la misma ciudad. También en esa época comienza a escribir sus primeros artículos que publica en la revista "El siglo de las misiones".
En 1931 estudia teología en Kansas. En Junio de 1934, con 28 años, es ordenado sacerdote, y sigue estudiando teología en Alma, California.
En el otoño de 1935 por fin llega a Alaska. Su primera misión es Akulurak. Allí encuentra sus primeras dificultades, pues no sólo tiene que aprender la difícil lengua esquimal, sino que ha de hacer entender el concepto de Dios a personas con una psicología y pensamiento radicalmente diferentes a los europeos. Pero al igual que la dificultad de la misión fue lo que le llevó a elegir Alaska, el reto del idioma y las ideas abstractas esquimales le llenaban y motivaban aún más. En 1937 le destinan a Kotzebue, en el océano Ártico
Estuvo largas temporadas en Akurulak, Bethel, Kotzebué y Alakanuk
En 1958, Alaska se constituyó en el Estado número 49 de los Estados Unidos bajo la presidencia de Eisenhower. En 1960 se iban a elegir los Candidatos al Congreso Estatal. El P. Llorente se encontraba en el distrito electoral de Wade Hampton, donde el 90% de la población era esquimal. Dado el hecho del enorme cariño que los nativos alaskeños le tenían, se propusieron elegirlo como diputado sin él saberlo. Su superior, consultado por Segundo al conocer la propuesta. Una vez aceptada la misión y elegido diputado, se convirtió en el primer sacerdote católico elegido para una legislatura norteamericana con voz y voto. Coincidiendo con el comienzo del mandato de J. F. Kennedy, se especuló en la zona con influencias de la cúpula católica, pero nada más lejos, pues fue una de las pocas ocasiones en que el deseo de los nativos americanos se hizo realidad.
Visitó España una vez en 1963 con el fin (único propósito) de suscitar vocaciones.
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Escribió muchísimo sobre Alaska a lo largo de su vida.
Envió miles de crónicas, invitando con su profunda y habitual alegría, a la vocación sacerdotal y a misionar, y cartas y artículos describiendo la vida y anécdotas esquimales; artículos recopilados posteriormente en varios libros.
Pero el libro por excelencia, donde se agrupa con pleno acierto una selección antológica de todos los libros citados, es: "Cuarenta años en el Círculo Polar", recopilado por su propio hermano Amando, también sacerdote jesuita, y por don José A. Mestre. El libro lleva el prólogo y el epílogo del P. Amando, que son ya un disfrute del perfil de este "Hércules de Dios y de las Misiones", que no quiso negarle nada a Dios y que estaba felicísimo de ser sacerdote, como cita varias veces en sus escritos, concretamente en el siguiente párrafo del libro antes citado:" Ni la Stma. Virgen ni los Ángeles pueden hacer lo que hace diariamente un sacerdote. Cristo pudo haber arreglado las cosas de otro modo; pero de hecho escogió la intervención del sacerdote, de quien se reviste él mismo, para obrar la salvación de la humanidad. Entre las promesas a los devotos de su sagrado Corazón no podía faltar una espacialísima para sus sacerdotes a quienes promete la gracia de ablandar los corazones más endurecidos."
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