Entre el versículo del Deuteronomio, que los investigadores señalan como el más antiguo y nuestro época, media un tiempo de cuatro mil años aproximadamente, durante los cuales la Historia de Israel se desenvuelve como unidad, en medio de vicisitudes con frecuencia terribles y dolorosas. Es una trayectoria sorprendente: de acuerdo con las leyes y tendencias que gobiernan el suceder histórico, el Pueblo, privado de su tierra y de us estructuras políticas, disperso por el globo y agitado por vientos muy fuertes, hubiera debido desaparecer. No puede aportarse ninguna razón lógica de que no haya sido así. Tenemos, por consiguiente, que admitir que Israel desafía las coordenadas de tiempo y espacio. Tampoco es una reliquia que sobrevive aislada, convertida en un fósil, porque las diversas etapas de su existencia muestran un crecimiento espiritual y una tarea intelectual de grandes dimensiones que, en su mayor parte, se ha comunicado a las culturas con quienes se hallaba en contacto. Ahora ha vuelto a la Tierra ( Eretz Yisrael) y no necesita formular al anhelo tradicional de "el año que viene en Jerusalem". Conviene que los no judíos, especialmente aquellos sobre cuyos hombros pesan grandes responsabilidades, no olviden lo que Jerusalem significa: es mucho más que una ciudad envuelta en la nostalgia; se trata del suelo desde el que el Pueblo establece la relación con Dios, que es precisamente el donante de la Tierra.
Para un cristiano el conocimiento de los rasgos y etapas esenciales en la Historia del Judaísmo, se convierte en apremiante necesidad pues sin este antecedente necesario -"la salvación viene de los judíos"- muchos aspectos de la doctrina que profesa se tornan incomprensibles. Es un hecho, sin embargo, que durante siglos una cortina de recelos, desconfianza y odio han separado a las dos comunidades, la del viejo Israel y aquella que a sí misma se denominaba " verdadero y definitivo Israel". Separación a la que la Iglesia puso fin con la Declaración "Nostra aetate" en el reciente Concilio Vaticano II. Uno de cuyos párrafos dice así: " La Iglesia que reprueba cualquier persecución contra los hombres, consciente del patrimonio común con los judíos e impulsada no por razones políticas sino por la religiosa caridad evangélica, deplora los odios, persecuciones y manifestaciones de antisemitismo de cualquier tiempo y persona contra los judíos".
|