la autobiografía El terror rojo, de Wenceslao Fernández Flórez, publicada por primera y única vez en 1938 —en portugués— e inédita en español. En ella desvela su agónica peripecia a lo largo del primer tramo de la Guerra Civil española y presenta un magnífico fresco del Madrid revolucionario, fiel reflejo de lo que que acontecía en la ciudad cercada. Ha permanecido inédita en castellano durante ocho largas décadas. Ahora, Ediciones 98 la publica, por primera vez, en nuestra lengua. Se rescata el elocuente testimonio, sobre aquel trágico periodo, de uno de los grandes escritores españoles del siglo xx, compendiado por el propio autor en el siguiente párrafo: «¡Cuántas cosas terribles quedaban allí! La guerra, el hambre, la desorganización, el odio, amistades desafectas, afecciones perdidas… Un año entero de mi vida pasado en angustia, en trances tales que ni mi imaginación de novelista los podría haber sospechado alguna vez. El fruto de tanto tiempo de trabajo aniquilado. Mi biblioteca robada y dispersa, imposible de rehacer ya con aquella larga y atenta selección cariñosa. Un hatillo de ropa en una maleta, la pluma en el bolsillo del chaleco. Y en el alma el dolor de haber visto tan cerca cuanta maldad encierra la humanidad». Ediciones 98 acaba de publicar la novela Una isla en el mar rojo, fruto igualmente de la odisea del autor durante la Guerra Civil, y publicará, en breve, La novela número 13, completando su trilogía sobre este periodo.
Wenceslao Fernández Flórez (1885-1964) inició su carrera de escritor en los periódicos gallegos a los quince años de edad. Alcanzó la fama, una vez trasladado a Madrid, gracias a las crónicas parlamentarias que publicaba en ABC, recogidas, al cabo, en Acotaciones de un oyente. Compaginó su labor periodística con su vocación literaria. Publicó relatos cortos, novelas y pequeños ensayos. El bosque animado, Volvoreta y El malvado Carabel son algunas de sus obras más célebres. Parte de ellas fueron llevadas al cine bajo los guiones que él mismo escribía. El acendrado carácter humorístico de muchas de sus creaciones fue lo más ensalzado por la crítica. Por añadidura, también cultivó, con buena fortuna, la ficción dramática, fantástica, mágica y de terror.
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